La periodista, antropóloga y tejedora de palabras Antonia Cortés ha sacado a la luz su poemario En un instante, editado por Huerga & Fierro.
Al prólogo de Patxi Andión que se refiere a la poesía de Cortés como «rescoldos rescatados y mínimos grandes instantes», la propia autora responde con sencillez y serenidad: «Lo que sí sé es que la vida está llena de instantes, y que unos traen tristezas y otros, felicidad». Instantes, instantes, instantes… ese goteo incesante de instantes, lo instantáneo de la vida que Antonia Cortés intenta retener con un libro al que da el pistoletazo de salida una cita de Walt Whitman: «No te detengas. No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas».
El torrente agridulce ya no se detiene y los versos de los poemas fluyen: «Llegas para abrir heridas que nunca se cerraron/ para remover las aguas de un río indeciso/ para recordar que en un instante cambia una vida» o «No, nadie muere mientras alguien lo agarra». Siempre, al filo de otros: » Si todo estuviera controlado,/ lo tuyo, lo mío,/ mataríamos la espontaneidad de la vida».
El libro supura tiempo, destilado por Antonia Cortés en frascos de amor y desamor: «Espérame en cualquier rincón del mundo/ allá donde, simplemente podamos volver a ver amanecer». Otro amasijo de emociones: «Es hora de descalzar el tiempo/ para que camine libre, libre/ como ahora vuelan los sueños». Todo es una mezcla de anhelos y decepciones, fragilidad y fortaleza: «He caído una, dos, tres, cuatro, hasta cien veces, quizás doscientas…/ Y sé que seguiré cayendo/, pero también sé que ahí sigo, de pie,/ y sin miedo a volver a caer».
El tránsito de Cortés por la cultura, el periodismo (y su privilegiada mirada), México (lindo) y su lucha vital le permite componer versos que permanecen: «Irónica la vida que no deja aliento,/ que se pasea cruel y diva para terminar de hundir esos rostros que luchan, /que no quieren ahogarse».
Y no se olvida de los «suyos». A su padre, silbido humano que escucha en cada esquina, al bebé José Antonio y a Sandra con un poema – Vuela alto– que hace inmortal a alguien muy especial.
No sé si hay alguna escapatoria a la cárcel personal, a lo que vives a cada instante pero en el poema Cazador furtivo, uno puede soñar imposibles : «Soy un cazador furtivo de estrellas,/ un ladrón a conciencia de la fugacidad,/ la persigo hasta alcanzarla/ y en un instante todo queda, todo se va»…